miércoles, 27 de julio de 2011

NUESTRA SALTEÑA


El escritor Antonio Paredes Candia cuenta que a principios del siglo XX doña Juana Manuela Gorriti llegó a Bolivia desde Argentina específicamente de la provincia de Salta, quién fue exiliada de su país por el entonces presidente Rosas, llegando a radicar en la ciudad de Tarija.
La familia de la señora Gorriti tuvo muchas necesidades motivada por ello se puso a elaborar empanadas caldosas, que eran muy comunes en los países europeos, la encargada de venderlas era la ya conocida doña Manuela quien por su lugar de origen la conocían como la salteña.
Poco a poco fue haciéndose popular este producto hasta convertirse hoy en día en una tradición Boliviana. Con el pasar del tiempo la gente ya no recordó a doña Manuela Gorriti sino su apodo “la salteña” y es desde entonces que el producto adopta el nombre que se mantiene hasta hoy.

La marraqueta, el sabroso, crujiente y demandado “pan de batalla”

El horno es amplio y se encuentra en la planta baja de la vieja casona que sirve de sede de la Federación Departamental de Trabajadores de Harina de La Paz, en la calle Tarija. En el lugar se prepara panes de toda clase, pero es la marraqueta la más solicitada por las caseras que venden en los puestos de venta de la misma calle. Cuanto más crujiente y grande sea la pieza de marraqueta, el producto se vuelve “más cotizado” por la población, asegura Alave, quien al mejor estilo de un vampiro, trabaja de noche y duerme de día para producir el también conocido “pan de batalla”.
Mientras el agua hierve, descansa sobre una mesa la masa que se traducirá en pan. Tapada con una tela, el producto que se forma de la mezcla de harina, sal, azúcar y levadura derretida, está en pleno proceso de maduración.
Una artesa o batea de dos metros y medio de largo se utiliza para la realización de la mezcla por espacio de una hora. Una vez que se forma la masa, la misma es preparada en forma de círculo para que madure. “La masa tarda en madurar, tiene que hincharse”, señala Alave, quien recomienda no mirarla porque se puede caer.
Hace 25 años que Jorge Jacinto Alave prepara la marraqueta, cuya masa normalmente se divide en unidades de 90 gramos. Según la experiencia del maestro panadero, hay personas que las prefieren de mayor tamaño, por lo que no resulta raro ver que en el proceso de elaboración se añada la manteca.
Tras el pesaje respectivo, cada unidad de pan es “arrullada”, lo que equivale a decir que adquiere su forma característica para, posteriormente, ser colocada en tableros sobre paños. A 150 grados de temperatura, la marraqueta necesita de 20 minutos para estar lista. Una vez fuera del horno, las piezas son depositadas en el “enfriador”, una estructura de madera ligeramente inclinada. Finalmente, los panes van a parar al balai para su distribución y posterior comercialización.
Cabe considerar un aspecto esencial en el momento del preparado de la marraqueta. Alave sostiene que la masa es celosa, por lo que si no se le da la atención adecuada, ésta se resiente y no sale bien. Lo propio ocurre cuando el maestro panadero reniega el momento de elaborar el pan. El resultado es previsible: la pieza de pan no tendrá la forma ni el sabor característico.
Normalmente, a la medianoche se inicia el preparado y a las 06:00 el sabroso “pan de batalla” sale crujiente y caliente para ser degustado con un café tinto y un trozo de queso por los comensales de mercados populares y puestos ambulantes, quienes emergen con el alba para satisfacer la demanda ciudadana de un desayuno tradicional.

Mi marraqueta

La Marraqueta Paceña


La marraqueta paceña, a diferencia de la marraqueta chilena, la peruana y la argentina, llegó a estas tierras gracias a un inmigrante Griego, Michel Jorge Callispieris, quien desde la isla de Chíos nos trajo el sabor delicioso de ese pan elaborado a base de harina de trigo, azúcar, levadura, sal y agua, con forma de barquito y con peinado raya al medio.

Este pan, denominado "pan de batalla" por ser de precio accecible al bolsillo de toda la gente, forma dúo con una gaseosa típicamente paceña también:
Papaya Salvietti. Marraqueta y Papaya Salvietti son un ingrediente esencial en la vida de los paceños. Se imaginan acompañar un Chairo o un Fricasé con pan molde o de bolsa? imposible! tiene que estar acompañado por una buena marraqueta y una Papaya Salvietti.

El plátano con marraqueta y Papaya Salvietti es la merienda más popular de Chuquiago, sobre todo para los obreros de fábricas y de la construcción, y también uno de mis bocados favoritos, pues en La Paz el plátano tiene un sabor diferente y con una buena marraqueta no necesitas más.

La marraqueta ha sido nombrada "Patrimonio Paceño" en 2006 e incluso hubo un proyecto para nombrar "marraqueta" a una de las calles, pero no sé si este proyecto dio frutos, y es que no se puede concebir a La Paz sin marraqueta o sin Illimani, por eso les dejo con las palabras del C'ochala
Ramón Rocha Monroy quien describe este manjar mejor que nadie:

..."Si fuera pintor, pintaría un paisaje de La Paz con una marraqueta humeante en lugar del Illimani. Quizá ambas criaturas tienen el mismo espíritu, la más pequeña de mineral en bruto y la enormísima de cristal. Es maravilloso disfrutar del desayuno paceño echando vapor por la boca y contemplando el Illimani al amanecer. Es una reconciliación con el alma y el cuerpo, body and soul --la conjunción del viejo blues".

Cuando los viajes son largos y uno regresa después de tiempo a su Chuquiago ¿qué es lo que más extraña?". En ese momento lo primero que se viene a mi mente es una mañana fría como todas las mañanas paceñas, un café con ese aroma que se siente diferente en el ambiente seco y casi cero humedad de La Paz, un pedazo gigante, suave, blanco y salado de queso collana y la imagen principal: una marraqueta crocante, de esas que al partir un trocito emiten un sonido especial, el olorcito de la miga abundante y el primer bocado con ese sabor único, incomparable.